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Sin Transformación No Hay Salvación

Sin transformación no hay Salvación

Sin transformación no hay Salvación (Imagen de David Mark en Pixabay)

La Salvación es un proceso de cambio del viejo hombre pecador, a uno nuevo semejante a Cristo, porque sin transformación no hay Salvación.

Es importante comprender que la Salvación es un proceso de santificación, es un proceso de transformación del viejo hombre carnal y pecador, como somos todos, a un hombre nuevo semejante a Cristo.

Puede que suene absurdo pero esa es la Voluntad de Dios. Dios no solo quiere que seamos santos, Dios quiere que seamos como Cristo, porque Cristo no vino únicamente para salvarnos, sino también para mostrarnos cómo vivir en santidad.

Cristo es nuestro modelo y Él nunca pecó, no por ser Dios, porque Él tenía que vivir como hombre, sufrir como hombre, ser tentado de todas las formas en que nosotros somos tentados, y vencer el pecado pero en su calidad de hombre. Si no hubiera sido así, Satanás hubiera sido el primero en reclamarle a Dios, la forma injusta en que Cristo venciera el pecado, y nuestra redención no habría sido posible.

Además, si Cristo hubiera usado su esencia divina para vencer el pecado, Satanás tampoco lo hubiera podido tentar, porque no hubiera tenido ningún sentido, y sabemos que Satanás sí lo tentó porque lo dice la Biblia (Mateo 4:1-10).

Sin Transformación No Hay Salvación

Ahora bien, una vez demostrado que Cristo no pecó en su calidad de hombre, queda demostrado también que nosotros podemos y tenemos que dejar de pecar, porque ningún pecador entrará al cielo, así que, sin transformación tampoco hay Salvación.

Los cristianos frívolos, es decir, los que dicen llamarse cristianos pero que no lo son, dicen muy descaradamente que no podemos dejar de pecar, pero si Cristo lo hizo, nosotros también tenemos que hacerlo, y no es una opción, sino una obligación, es una exigencia de Dios para nosotros.

Además, si no fuera posible y necesario dejar de pecar, la Biblia no tendría tantos versículos acerca de que tenemos que dejar de hacerlo. Veamos tan solo algunos:

Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”, 1 Juan 3:9.

Es simple. Cuando nacemos en el Espíritu, es decir en el Espíritu de Dios, no podemos pecar porque su semilla está ya dentro de nosotros, y esa semilla es solamente implantada en aquellos que están dispuestos a ser transformados, que están dispuestos a obedecer, a  someterse a Cristo, y a dejar de pecar.

Y es precisamente el Espíritu de Dios, el que nos capacita para dejar de pecar, el que nos transforma, porque nadie puede dejar el pecado atrás sin el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo nunca va a entrar en una persona que no quiere ser transformada.

El apóstol lo ratifica en 1 Juan 5:18 cuando expresa lo siguiente: Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no peca; sino que aquel que nació de Dios lo guarda y el maligno no lo toca”.

La transformación no la logramos nosotros, es el Espíritu Santo el que nos transforma, pero nosotros tenemos que permitirle trabajar en nosotros y estar dispuestos a obedecer, dejando el mundo de las tentaciones atrás.

Si queremos ser transformados debemos comenzar por dejar atrás las viejas costumbres mundanas, porque bien dice en Santiago 4:4 que quien es amigo del mundo, es enemigo de Dios.

Y el apóstol Juan lo expresa de la siguiente manera: No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”, 1 Juan 2:15-16.

Cuando decidimos seguir a Cristo tenemos que renunciar a todo lo demás, porque no podemos estar con Cristo y a la vez con el mundo, como lo afirma el apóstol. El que ama el mundo, no puede amar a Dios, es así de simple, y el mundo es del diablo, de tal manera que estamos con Dios o estamos con el diablo.

Cristo dijo: “El que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”, Lucas 14:33.

Qué hacer para ser transformados

La transformación es una tarea conjunta entre el Espíritu Santo y nosotros, pero cual es pues específicamente nuestra tarea en el proceso?

Lo primero que tenemos que hacer es estar bien dispuestos a cambiar nuestro estilo de vida, como por ejemplo las cosas que para nada edifican, y que tampoco glorifican a Dios. No malas palabras ni de alto calibre, no chistes de doble sentido, no películas de violencia, sexo o de terror.

No fiestas donde se va a perder el tiempo, emborrachándose y demás, porque nada de eso glorifica a Dios sino al diablo. No chismear ni denigrar del prójimo. Ser tolerantes, y perdonar, además de guardar los 10 mandamientos todos, como dice en Santiago 2:10: Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos”.

Por otro lado lo que sí tenemos que hacer a cambio de lo anterior es estudiar la Palabra de Dios todos los días, Orar diariamente, pero no una vez, sino cuantas veces sea posible, desde la mañana para encomendar nuestra jornada a Dios, hasta la noche para agradecerle todas las bendiciones recibidas.

Pedir su dirección para actuar siempre de acuerdo a sus principios y a su Voluntad, y llevar el evangelio a otros, porque es nuestro deber y fue una orden del Señor antes de subir al cielo:

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”,. Mateo 28:19-20.

Si este artículo te parece interesante, compártelo. Es esa la forma en que podemos llevar la Palabra de Dios a todo rincón. Gracias.

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Esta entrada fue publicada en octubre 15, 2019 por en Vida Eterna y etiquetada con , .
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