Fuentes de la Tentación

Fuentes de la Tentación (Image by Devon White from Pixabay)

Las fuentes de la tentación son diversas pero todas tienen de alguna manera el mismo origen, y lo veremos a continuación según la Biblia.

La tentación es la antesala del pecado, y para poder vencerla y evitar sucumbir al pecado, es importante conocer a fondo, cuál es el origen de las tentaciones; de dónde vienen y por qué. A continuación veremos cuáles son las principales fuentes de la tentación.

Fuentes de la Tentación

Una de ellas es satanás. Es obvio que satanás es la principal fuente de tentación, porque de hecho el es el tentador (Mateo 4:3). Si satanás no existiera, no habría tentación ni tampoco pecado.

Satanás suele vigilarnos y estudiarnos cuidadosamente, para conocer nuestras debilidades, y tentarnos por donde sabe que nos puede hacer caer mas fácil. El es muy astuto y no descansa en sus propósitos porque sabe que le queda poco tiempo (Apocalipsis 12:12).

Es por eso la advertencia del apóstol cuando dice: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar», 1 Pedro 5:8.

La segunda fuente de tentación viene del mundo. El mundo es malo, y lleno de cosas que atraen a nuestros sentidos, pero que van en contra de los principios de Dios.

Dice la Palabra del Señor: «No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. El mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre», 1 Juan 2:15-17 .

Y cuando estamos tan metidos en él, nos acostumbramos a ver como normales aquellas cosas que no agradan a Dios y caemos fácilmente en el pecado, al ser llevados por esa corriente frívola y mundana en la cual nos desenvolvemos.

Se pierde el discernimiento entre el bien y el mal al punto de que se llega a ver lo malo como si fuera bueno y lo bueno como si fuera malo (Isaías 5:20).

La tercera fuente de tentación está dentro de nosotros mismos, por esa condición pecaminosa que todos tenemos. Cuando en oración decimos líbranos del mal, lo que estamos pidiendo a Dios en realidad es que nos libre de nuestra propia maldad, esa que tomó lugar en nosotros después del pecado de Adán y Eva.

La herencia que ellos nos dejaron fue la maldad, una maldad que opera por el dominio de satanás. Esa maldad no viene sola, ni es el producto de nosotros mismos, porque nosotros fuimos creados puros a la imagen de Dios, sino que se debe a la influencia constante del mal que ha sido implantado en nuestro interior desde la caída. Eramos puros en principio, pero ahora somos una raza caída bajo el dominio de satanás.

Recordemos que el hombre es espiritual por naturaleza, porque así fue creado, pero siempre necesita de una fuerza espiritual superior para ser guiado, y solo hay dos poderes: el de Dios, que nos lleva por el camino recto del bien, y el de satanás que nos lleva a la perdición.

Y aunque no estemos conscientemente dispuestos a seguir a satanás, de manera inconsciente nos ponemos bajo su dominio cuando pecamos y cuando rechazamos a Dios. Es así de simple.

Cristo dijo: «El que no está conmigo, está contra mi», (Mateo 12:30; Lucas 11:23), de tal manera que cuando decidimos darle la espalda a Dios, inmediatamente estamos escogiendo servirle al diablo. Gracias a esa naturaleza caída que llevamos desde entonces, nos es más fácil rechazar a Cristo que a satanás. Puede sonar extraño pero es así.

En Romanos 7:18-20 dice lo siguiente: «Yo sé que en mi carne no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí».

Lo que Pablo quiere expresar con esto es algo que nos pasa a todos, y es que sabemos lo que no está bien y queremos dejar de hacerlo, pero no podemos. Muchas veces queremos hacer lo bueno, pero sin querer resultamos haciendo lo malo. Esa es la condición caída que tenemos y es real, no la podemos negar porque todos la vivimos, pero el apóstol no se queda ahí, y nos muestra cómo vencerlas.

Como Vencer las Tentaciones

El apóstol nos muestra cuál es la solución para vencer esa carne, y nos lleva a Cristo. Veamos lo que dice en Romanos 8:1-2: «Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte».

Es solo a través de Cristo, quién también venció el pecado en la carne, que podemos vencerlo nosotros. Es a través de esa nueva naturaleza que nos da Dios a través de Cristo, que podemos vencer todas las debilidades del mundo. Ya dejamos de pensar en las cosas y los deseos de la carne, para pensar y desear las cosas del Espíritu. Morimos para el pecado, pero vivimos para la justicia gracias al Espíritu Santo de Dios (Romanos 8:5-8).

Es el Espíritu de Dios el que nos capacita para dejar de pecar, porque mientras la carne me lleva al pecado, la gracia de Dios nos lleva al dominio de ella. «Y todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios», Romanos 8:14. «Y es el Espíritu el que nos ayuda en nuestra debilidad», Romanos 8:26, para dominarla.

Cristo es la única solución para vencer todas las tentaciones y todos los pecados, porque el ya venció en su propia condición humana caída, y tiene el poder sobrenatural para capacitarnos a nosotros para también vencerlos, pero si permanecemos en Él.

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