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El Resultado de Nacer de Nuevo

El resultado de nacer de nuevo

El resultado de nacer de nuevo (Foto de StockSnap en Pixabay)

Jesús dijo: El que no naciere del agua y del espíritu no entrará al cielo. ¿Cuál es pues el resultado de nacer de nuevo? Lo veremos aquí.

En Juan 3 Jesús dijo haciendo referencia a la Vida Eterna: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Y agrega: “El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”.

Esto significa que al nacer del agua y del espíritu, estamos naciendo de nuevo o en otras palabras, que el nacer de nuevo significa nacer en el espíritu, adquiriendo una nueva identidad en Cristo Jesús.

Todos hemos nacido de la carne por el deseo de nuestros padres, y llevamos encima esa identidad por siempre hasta que nacemos en el espíritu y nos convertimos en hijos de Dios al adquirir su simiente.

Por eso es que el Señor también afirma que “lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,  espíritu es”.

Una vez entendido cuál es el significado de nacer de nuevo, ahora tenemos que saber, cuál es el resultado, o cómo podemos saber si nosotros o si alguien en nuestro entorno ha nacido de nuevo, porque decir que nacer de nuevo es nacer en el Espíritu, es algo como muy difícil de entender.

El Resultado de Nacer de Nuevo

Se le llama nuevo nacimiento al cambio de corazón por medio del cual nos hacemos o nos convertimos en hijos de Dios. Y para que se logre ese nuevo nacimiento, es necesario primero morir al pecado, al yo, al orgullo, a la vanidad, al deseo carnal y a todas las viejas costumbres de nuestra vida pasada. Es estar dispuestos y querer dejar todo esto atrás, para que el poder del Espíritu Santo obre la transformación en nuestra vida

Pero cuando hablamos de cambio de corazón, estamos hablando también de un cambio de mente y quiere decir que ya no pensamos como antes ni sentimos como antes, porque nuestros pensamientos son ahora pensamientos puros y consagrados a Dios.

Comenzamos a pensar más en las cosas de arriba, en la eternidad, porque entendemos, que lo que estamos viviendo ahora es temporal, y que muy pronto estaremos con Cristo para vivir eternamente con Él.

El resultado de nacer de nuevo tiene que ver específicamente con el crecimiento que en nuestra vida cristiana obtenemos acerca del conocimiento de Cristo, y de cómo nosotros asumimos las enseñanzas del Señor, haciéndolas prácticas en nuestra vida diaria, “para ser llamados árboles de justicia, y plantío de Jehová, para gloria suya”  (Isaías 61:3).

Es a través de la simiente de Cristo, que es inicialmente implantada en nosotros cuando decidimos seguirlo;  es cuando le pedimos que entre a morar en nosotros, que empezamos a germinar y a crecer hasta adquirir esa madurez espiritual que Dios nos exige para dar fruto y alcanzar la eternidad.

Porque al igual que una semilla  natural de naranja o de cualquier otro fruto que se siembra, tiene que ser cuidada, abonada y desmalezada para que pueda dar un fruto de buena calidad, así mismo esa semilla que ha sido implantada por el Espíritu Santo de Dios en nosotros, tiene que ser abonada y bien alimentada, no solo por el estudio concienzudo de la Palabra de Dios sino por la estrecha relación con Cristo, para que pueda dar el fruto esperado por el Señor, desechando o desmalezando todas aquellas influencias mundanas que entorpecen nuestro crecimiento espiritual.

Si nuestras raíces tienen un fundamento puro en Cristo Jesús, es obvio que nuestros frutos serán de santidad, de justicia y de amor hacia nuestros semejantes, y es caminando con Dios diariamente como evitamos las influencias negativas del mundo.

Esos frutos son precisamente los frutos que gracias al Espíritu Santo, se producen en nosotros y son: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (dominio propio), porque los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos, de tal manera que si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”, Gálatas 5:22:25.

Estos frutos son entonces el resultado de nacer de nuevo, es decir, la transformación del Espíritu Santo en nosotros. Y para poder entender mejor el concepto, analicemos ahora los frutos de la carne, que los menciona también el apóstol Pablo en Gálatas 5:19-21:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,  idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas, porque los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”.

Conociendo ambas caras de la moneda, podemos muy fácil descubrir si en verdad hemos nacido de nuevo o no, o si alguien que conocemos lo es también o no.

Todos pertenecemos al grupo de abajo antes de conocer a Cristo, pero una vez entramos al Pacto con Él, es nuestra obligación trasladarnos lo más pronto posible al otro grupo, porque es en base a estos requerimientos que seremos juzgados por el Señor.

Y recordemos que no lo logramos por nosotros mismos, solo tenemos que estar dispuestos a morir al yo y a renunciar al mundo, para que así el Espíritu Santo pueda obrar en nosotros, porque o estamos con Cristo, o estamos en el mundo, pero no podemos querer tener a ambos. Recordemos las palabras de Jesús cuando dijo:

«El que no está conmigo, está contra mí», (Mateo 12:30), y cuando estamos en el mundo estamos literalmente con el diablo y en contra de Cristo, porque satanás es el príncipe de este mundo, desde el pecado de Adán y Eva, según lo dice la Palabra de Dios. Así pues, que el que no naciere de nuevo no podrá ser aceptado por Cristo en el cielo.

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Esta entrada fue publicada en May 5, 2020 por en Vida Eterna y etiquetada con , .
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