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La Diferencia Entre el Viejo Pacto y el Nuevo

    La diferencia entre el viejo pacto y el nuevoLa Diferencia Entre el Viejo Pacto y el Nuevo
Dios hizo dos pactos con el hombre, pero hay algunas diferencias entre el Viejo Pacto y el Nuevo. Veremos esa diferencia a continuación.
Dios en su infinito amor decidió escoger entre toda la humanidad a un hombre, para que a través de él y su esposa crear una nación, que sería su pueblo escogido, (Génesis 22:18).
Pero para que ese pueblo fuera el escogido de Dios tuvo que entrar en un Pacto con el Creador, y para entender lo que un pacto  significa, es necesario definir claramente esta palabra, porque existe cierta confusión al respecto entre los cristianos.
Qué es un Pacto
El Pacto es un compromiso y el diccionario lo define como un acuerdo entre dos o más personas que obliga a ambas a cumplir una serie de condiciones”, y debemos tener en cuenta este concepto para poder comprender en qué consisten  los dos pactos de Dios con el hombre, a saber, el Antiguo Pacto y el Nuevo.
Condiciones del Antiguo Pacto
Las condiciones del Antiguo Pacto con Dios consistían en que los israelitas tenían que obedecer unas leyes, (los diez mandamientos escritos sobre tablas de piedra), y Dios se comprometía a cuidarlos y bendecirlos en todo lo que emprendieran. Las condiciones de ambas partes debían cumplirse al pie de la letra para que no se rompiera el Pacto, porque al fallar una de las partes el pacto perdería su validez.
Es obvio que Dios es fiel siempre y jamás rompe un pacto o compromiso, pero lamentablemente el pueblo si lo rompió desobedeciendo los mandamientos, y como consecuencia perdieron la cobertura de Dios, poniéndolo aún en su contra, porque gracias a tal desobediencia, Dios mismo se puso a favor de sus enemigos castigando a través de estos a su propio pueblo.
Por qué Falló el Antiguo Pacto
Dice la Biblia claramente que el Antiguo Pacto fue deficiente (Hebreos 8:7), pero por qué habrá sido deficiente? Es muy simple.
El hombre quebranta sus promesas porque el hombre no tiene el poder ni la fuerza para obedecer la Ley de Dios, porque está cautivo y esclavizado por el pecado. El hombre carnal es pecador por naturaleza y rebelde a la Ley de Dios. En Romanos 8:5-8 dice el apóstol Pablo lo siguiente:
“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne, y el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco puede. Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”.
Eso fue lo que le pasó a los israelitas. Dios les dio unas leyes que ellos no podían cumplir, y no las podían cumplir porque ellos eran carnales. Pero el otro agravante era que esas leyes estaban escritas sobre tablas de piedra. Además, la remisión de sus pecados era a través de un animal, circunstancias todas muy lejos del corazón del pueblo.
Esta es la triste condición de todos los seres humanos, no solo de los israelitas en su tiempo, sino de toda la humanidad, gracias a la herencia de pecado que traemos desde Adán, y es por eso que Dios, conociendo la incapacidad del hombre para guardar su Pacto, decide establecer un Nuevo Pacto, con nuevas y mejores garantías, tanto para el hombre como para Dios.
El Nuevo Pacto de Dios
En Hebreos 8:6-10 dice lo siguiente: Pero ahora tanto mejor ministerio es el de Cristo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.  He aquí vienen días, dice el Señor, en que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto.
No como el pacto que hice con sus padres el día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto, porque ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.  Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo”.
Es cierto que este Nuevo Pacto era para la casa de Israel, pero ellos al rechazarlo y asesinar a Cristo, el Salvador, Dios lo extendió a todo aquel que creyera en Cristo, fuera judío o gentil (Galatas 3:28).
Como vemos en los versículos de Hebreos 8 mencionados arriba, hay una diferencia con este Nuevo Pacto.  Una cosa es la Ley externa, escrita en tablas de piedra y otra muy distinta, es una ley escrita dentro de nosotros, en nuestro corazón.
Pero no es una Ley nueva, sino la misma Ley eterna de Dios, los diez mandamientos, porque Él no cambia. Es la misma ley de Dios que ahora está grabada en un corazón nuevo, un corazón de carne, es el nuevo corazón nacido en el amor de Cristo.
Así, en este Nuevo Pacto nuestro compromiso es obedecer su Ley y Dios se compromete a bendecirnos y cuidarnos, pero en este Nuevo Pacto, Dios nos sella con su Santo Espíritu, porque sin Él es imposible obedecer y agradar a Dios. Por eso es que Jesús dice que tenemos que nacer de nuevo, es decir, nacer en el Espíritu (Juan 3:3-6). Es ese amor nuevo, producto de un corazón nuevo, que nos lleva a cumplir la Ley de Dios con amor, con placer, con deleite, con gozo.
Sin el Espíritu Santo es imposible obedecer la Ley de Dios, por nuestra naturaleza carnal y pecadora, pero en el Nuevo Pacto, es el Espíritu Santo el que hace el milagro. Él nos cambia, Él nos transforma y nos da un nuevo corazón, limpiándonos de nuestras inmundicias y pecados solo por la sangre de Cristo, porque el Espíritu Santo de Dios entra a morar en nosotros, para que andemos en sus leyes, para que pongamos sus preceptos por obra.
En el Nuevo Pacto Dios ha puesto su Ley en nuestros corazones y nuestra mente. Una cosa es la ley externa y otra cosa es la ley interna. Cuando la ley de Dios es sellada en nuestro corazón y nuestra mente por su Santo  Espíritu, ya no nos cuesta hacer la Voluntad del Padre, porque al nacer de nuevo en el Espíritu, es nuestro amor y agradecimiento hacia Cristo por lo que hizo por nosotros, que nos hace obedientes a sus preceptos.
Solamente cuando decidimos seguir a Cristo y nacemos de nuevo, recibimos la simiente de Dios y no pecamos. Una vez nacemos de nuevo y entramos en el Nuevo Pacto con Dios, podemos obedecer sus mandamientos fácilmente, porque está en nuestra nueva naturaleza el hacerlo, porque sale de nuestro corazón hacer la Voluntad de Dios, gracias a la nueva naturaleza, esa naturaleza de Dios que nos convierte en sus hijos.
1 Juan 3:1-9 dice así: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio, pero todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
Cuando Cristo viene a nosotros no solamente nos perdona sino que nos capacita para dejar de pecar porque hemos recibido al Espíritu Santo y somos sellados por Él. Esa es la prueba de que le pertenecemos y es cuando hacemos las cosas que agradan a Dios, porque recibimos la capacidad de obedecer su Ley.
Como podemos ver los mandamientos jamás fueron abolidos sino cambiados de lugar y puestos en nuestro corazón y nuestra mente, y quien no los quiera cumplir es porque no ha entrado en el Nuevo Pacto con Dios y no tendrá tampoco Vida Eterna. Es así de simple.
Si te parece interesante, compártelo. Es esa la forma en que podemos llevar la Palabra de Dios a todo rincón. Gracias.

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Esta entrada fue publicada en marzo 1, 2018 por en Conociendo a Dios, Vida Eterna y etiquetada con , .
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